Como resultado de las inusuales condiciones atmosféricas del pasado invierno, las concentraciones de ozono sobre el Ártico alcanzaron un mínimo histórico en marzo. El agujero que, acaba de cerrarse, fue más grande que el se produjo en la primavera de 2011, hasta entonces el mayor registrado. Los expertos señalan que el deterioro habría sido aún peor de no haberse tomado medidas para reducir los clorofluorocarbonos. (Fuente: UN)