Desde la agricultura al equilibrio de los bosques, desde la recarga de acuíferos a la biodiversidad más sensible, el agua se está evaporando más rápido de lo que llega. Y lo peor es que no se trata de una percepción, sino de una evidencia científica. Así lo demuestra un estudio reciente publicado en Nature, que alerta sobre el impacto global —y creciente— de esta sed atmosférica que ya ha agravado en un 40% la severidad de las sequías en todo el mundo desde 1981. (Fuente: Ambientum)